Cuentos de un taxista


“En esta línea de taxis nosotros optamos por creer que todos los clientes tienen buenas intenciones, pero no vamos para barrios”.

“Los barrios de Chacao son peligrosos. Una vez una muchacha me pidió que la llevara según ella a la principal de La Castellana, luego me indicaba que cruzara a la izquierda, luego a la derecha y al final terminamos en un barrio. Mientras me bajaba, vestido de camisa y corbata, a ayudar a la muchacha con una maleta la gente me veía con cara de pocos amigos. Más nunca”.

“Me han contado varios clientes lo peligrosa que es la calle que sube a la avenida Francisco de Miranda desde el Burger King de Bello Campo. A muchos los han atracado subiendo de noche por ahí. Yo mismo he pasado por la entrada del barrio que queda al final de una de esas calles y siempre hay una patrulla, un muerto, una cosa. La policía de Chacao tiene un módulo cerquita, pero me imagino que no tienen tanto personal como antes”.

“Me ha pasado varias veces que cuando voy por la autopista Francisco Fajardo en la noche, luego de pasar la entrada hacia La Paz, los motorizados me tocan el vidrio con la pistola. A esos desgraciados me los llevo por el medio.”

“En Caracas solo me han robado una vez, pero mientras viví en Puerto La Cruz me robaron 4 veces. La última vez que intentaron robarme el malandro me apuntó con la pistola y de la rabia que tenía por ser otra vez víctima de la delincuencia le quité el arma y lo apunté.  Pensaba robarme con una pistolita sin balas y oxidada”.

“Una vez por la Libertador vi a unos motorizados que interceptaron a una chama para robarle el celular y se fueron. A esa mujer se le metió el demonio, voló detrás de los carajos y se los llevó por el medio. Lo más arrecho es que más adelante se estacionó y se bajó del carro porque se le había caído la placa del carro”.

“Iba en una camionetica por la Libertador, un pasajero pidió parada en una de las escaleras. El chofer insistió en que esa escalera era muy peligrosa y que había un par de chamos que robaban esperando, pero el pasajero seguía insistiendo que él iba hacia allá y punto. El chofer se detuvo y los chamos que estaban esperando nos quitaron toda la plata que cargábamos. La gente creyó que el pasajero que pidió la parada era cómplice de los chamos y casi lo linchan ahí mismo”.

@YenilyAlmeida

Aventura caraqueña


En mis casi tres años viviendo en Caracas puedo decir con toda propiedad que he visto muchas cosas fuera de lo común: desde un tiroteo en Sabana Grande hasta un velorio en las afueras del metro. Me han robado una sola vez y logré trolear al malandro sin querer queriendo.

Pensé que el impacto negativo del velorio en las adyacencias de la estación de metro Antímano sería insuperable dentro de las cosas que me han tocado vivir o, por lo menos, nada podría igualarse. Me equivoqué.

Sexto sentido nivel Pro

 

Hoy me tocó ir de paso a la policlínica Méndez Gimón en la avenida Andrés Bello. Después de unas cuantas piruetas para llegar, hice lo debido y me retiré. Crucé la calle para regresar a Chacaíto en camioneta. Cuando ya iba por La Campiña (no me pregunten direcciones precisas, ni siquiera sabía dónde estaba) en una esquina estaban tres muchachos con actitud sospechosa, se movilizaron en dirección a la camioneta y mi sexto sentido, ya profesional gracias a Caracas, me dijo ¡BÁJATE!

Pagué como pude y me bajé. Una señora hizo lo mismo. Nos vimos y ella pensó exactamente lo mismo que yo: esos chamos iban a robar. Inclusive, ella escuchó cuando el muchacho que se ubicó en el medio de la camioneta dijo: “vamos pendientes de celulares y carteras”.

Nos sentimos aliviadas. Ella conservaría su dinero en efectivo, yo conservaría mi teléfono celular.

Pensamos montarnos en la segunda camioneta, pero resulta que los muchachos venían subiendo y se montaron. Ahora eran 2. Nos quedamos esperando, no sé, una señal divina que nos indicara qué debíamos hacer.

Eso es normal

Estuvimos unos minutos con una señora que atiende un puesto de alquiler de teléfonos. Nos contó que estaba acostumbrada a ver eso. Siempre chamos robando camionetas o motorizados asaltando a los que esperan en la parada. Para ella eso es absolutamente normal.

Un chofer sin miedo

Nos montamos, finalmente, en la tercera camioneta con destino a Chacaíto. Le comentamos al chofer sobre los dos muchachos que estaban asaltando las camionetas. Solo estaba él, una muchacha que lo acompañaba en su ruta y nosotras dos. El súper chofer, aparentemente cansado del mismo cuento, nos dijo que teníamos que buscar a un policía. En la búsqueda del policía nos encontramos a los malandros en la avenida Libertador. Estaban cambiando el dinero robado (cabe acotar, una gran paca) y los celulares de bolso. Nos hicimos los locos. Llegamos hasta un puesto de Polichacao y le comentamos lo ocurrido al policía. El plan era que el policía siguiera al camionetero en la ruta donde roban los chamos.

 

Malas decisiones de un policía

 

El policía nos siguió hasta un punto y luego se metió por otra calle. Cuando él se perdió nos encontramos a los malandros nuevamente. El chofer le dijo a otros colegas que 2 chamos morenos, altos, delgados, con gorras, uno con suéter de cuadros y con bolsos pequeños estaban robando en la esquina anteriormente mencionada. Por lo menos se salvaron 10 camionetas al cerrar sus puertas.

Aparece el policía perdido

 

Volvimos a encontrarnos al policía. Este policía llamó a su vez a otros policías. Bajando hacia la avenida Libertador nos encontramos a dos en bicicleta que también buscaban a los susodichos. Tres policías, un camionetero, su compañera, una pasajera y yo buscando a dos ladrones.

Lamentablemente, no puedo decirles si efectivamente agarraron a los chamos o no. Lo que sí puedo decirles es que en menos de 4 días he estado a punto de ser robada dos veces. Y en menos de 3 meses me he salvado 4 veces.

Agradecida con Polichacao, por lo menos hacen el intento de resolver. Si tuviésemos más choferes que dejaran a un lado el miedo, que se cansaran, que quisieran poder trabajar en paz, tal vez estaríamos mejor.

Lo confieso: estoy cansada de vivir así. No se puede estar en paz si vivimos pendientes del motorizado sospechoso, del que tiene “pinta de”, etc. Quiero que me devuelvan mi vida, mi paz, mi tranquilidad. Quiero volver a trotar escuchando música sin pensar en que puede venir un malandro a robarme, a quitarme lo que YO PAGUÉ, LO QUE ME SUDÉ.

La delincuencia es una lotería que va por las calles buscando un ganador.

@YenilyAlmeida